La pandemia de COVID-19 y el posterior confinamiento por razones sanitarias llevaron al gobierno a recurrir a las tecnologías, televisión y radio, para suplir la ausencia de la educación cara a cara (presencial), pues esto es lo único que podía hacer.
Sin embargo, la educación a distancia, sobre todo cuando sólo se lleva a cabo a través de medios que no son interactivos, como la televisión, uniformiza los contenidos y los ritmos de enseñanza; y esto, al imponerse en una realidad diversa, heterogénea y desigual como la de México, excluye a muchas y muchos alumnos de seguir en el proceso educativo y de lograr alcanzar los aprendizajes esperados, señaló la Mtra. Sylvia Schmelkes del Valle, vicerrectora académica de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México.
Al hablar de El impacto del COVID en la educación básica, durante el evento La educación en tiempos de pandemia, Schmelkes dijo que cuando no se tiene presencialidad y se está aprendiendo a distancia lo que fundamentalmente se afecta es el desarrollo de habilidades básicas, como la aritmética y la adquisición o perfeccionamiento de la lectura y la escritura, que necesariamente implican una secuenciación y una guía, y que son fundacionales para aprender cualquier otra cosa.
Por otro lado, agregó que la crisis económica provocada por la pandemia ha aumentado el trabajo infantil, pues algunos niños y niñas están teniendo que laborar para complementar el ingreso de sus hogares (aunque desde antes de la pandemia 700 mil niños y niñas de 5 a 17 años ya trabajaban más de 20 horas a la semana, de los cuales más o menos la mitad iban a la escuela), lo que traerá como consecuencia una alta deserción escolar.
Otra causa adicional de deserción será la evaluación de los aprendizajes, porque cuando llegue el momento de que éstos tengan que ser evaluados habrá alguna consecuencia en la calificación y hasta una reprobación, lo que a su vez agravará la ya de por sí frágil asistencia a clases.
“Desde luego se tiene que evaluar a los alumnos(as). Se tiene que saber si aprendieron y no se puede simplemente hacerles pasar automáticamente de grado si no tienen los fundamentos del grado anterior. Pero también hay que aceptar que eso agrava la deserción, porque cuando un niño(a) reprueba, los riesgos de deserción son más altos”.
Aunque todas las niñas y niños no dejan de aprender (la pedagoga argentina Emilia Ferreiro decía que aprender y crecer son sinónimos), porque aprenden de manera informal de aquello que les rodea y de las personas con las que tienen contacto, hay límites contextuales a estas condiciones de aprendizaje, mencionó Schmelkes.
La escuela, por su parte, es especialmente propicia para aprender ciertas cosas, las que precisamente tienen más riesgo de perderse con la pandemia. Apunta la Vicerrectora: “la educación formal conduce a un aprendizaje difícil de lograr sin una metodología sistemática, es decir, sin una pedagogía que implica la introducción gradual de demandas intelectuales crecientes que, a la postre, conducen a las habilidades superiores de pensamiento, como el pensamiento crítico, por ejemplo, o la capacidad de discernir”.
Para que todo esto ocurra es crucial el dominio del lenguaje, sobre todo de la escritura y la lectura de comprensión, que se adquieren mucho mejor en la escuela, así como la formalización de las cuatro operaciones de las matemáticas, lo que fundamentalmente se logra a través de procesos sistemáticos graduados que implican una guía determinada. Estas son las habilidades que, en general, se están perdiendo los niños y niñas que no las tenían antes de la pandemia, “porque es muy difícil adquirirlas fuera de la escuela, siguiendo un curso por internet o una pantalla de televisión”.
Si bien no es imposible, también es difícil lograr a distancia todo lo que implica aprender haciendo, sobre todo en los laboratorios y en los talleres en secundaria, añadió la Maestra.
Pero algo que sólo se logra en la escuela es aprender a convivir. “Aprender a convivir es lo que nos enseña a ser responsables, nos enseña a ser ciudadanos, el aprendizaje cooperativo, el trabajo en equipo, la participación democrática, la solución no violenta de conflictos, que lo que siembra es paz, la responsabilidad social sobre otros; esto solamente se aprende en la escuela, y esto lo estamos perdiendo. Podemos tener algunas actividades que conduzcan a la convivencia, a través de medios a distancia, pero nunca será lo mismo que la interacción y la relación cara a cara”.
Asimismo, la escuela es el lugar para aprender de los derechos humanos y cómo defenderlos, sobre todo viviéndolos; la identidad, autoestima y el sentido de pertenencia igualmente se desarrollan en la escuela; también las habilidades superiores de pensamiento, el pensamiento abstracto y el pensamiento crítico; y los niveles superiores de desarrollo moral, que requieren de un desarrollo cognitivo superior, y que son clave para la participación democrática responsable, para la acción ciudadana, para el respeto de los otros diferentes y, por lo mismo, para la convivencia pacífica.