Ernesto Meneses Morales nació en 1915 en Córdoba, Veracruz y a sus 14 años de edad toma la decisión de hacerse jesuita. En 1929 partió al Ysletta College, donde estudia 16 largos años, manteniendo el firme deseo de servir a Dios en esa vocación particular.
En julio de 1943 ingresó a la Facultad de Teología de la Universidad de St. Louis, Mo. para después continuar sus estudios en la Universidad de Fordham, Nueva York y obtener la Maestría en Educación. A partir de su ordenación, se convierte en sacerdote-educador.
Más tarde viajó a Nueva York para concluir el Doctorado en Psicología y una vez más retorna a México para emprender un psicoanálisis didáctico que le permitiría ser más eficaz en la capacidad de ayudar a los demás.Posteriormente regresó a México y en la Universidad Iberoamericana experimenta la adhesión “a algo más grande que uno mismo”. Para él, la labor universitaria presenta el atractivo de trabajar directamente para el hombre, por lo que se orienta a preparar científicos y profesionistas, proporcionándoles los conocimientos para ejercer una carrera e infundiéndoles los valores adecuados.
Cuando ocupa la Rectoría de la Universidad Iberoamericana, logra que se conceda a la Institución el acuerdo de libertad para elaborar sus propios planes de estudio y validez oficial de sus grados y títulos en toda la república mexicana. Sus claros ideales se plasman en el acuerdo básico que declaraba:
“Tanto la docencia como la investigación y la difusión cultural debían caracterizarse por un afán de dar el mejor servicio en términos de calidad humana y de excelencia académica”.
Por más de 45 años, Ernesto Meneses estuvo consagrado a las tareas educativas y en la Universidad Iberoamericana desempeñó muy dignamente los cargos de Rector, Vicerrector Académico, Director del Departamento de Psicología y del Centro de Orientación Psicológica e investigador emérito en educación en el Departamento de Educación y Desarrollo Humano.
Publicó diversas obras, entre las cuales destacan cinco tomos de Tendencias educativas oficiales en México (México: Centro de Estudios Educativos, 1997), y varios artículos relevantes en revistas especializadas. Perteneció a varias sociedades científicas y extranjeras y de 1988 a 1990 fue asesor del Secretario de Educación Pública. 1988-1990.
La Universidad Iberoamericana le concedió en 1981 el Doctorado Honoris Causa en Ciencias En 1988 recibió, por parte de la Organización de Estados Americanos (OEA), mención honorífica en el Premio de Educación Andrés Bello. La Asociación Civil de Fomento de Investigación y Cultura Superior (FICSAC) le concedió el premio Tlamatini por su aportación a la educación. La Asociación de Universidades de Instituciones de Educación Superior (ANUIES) lo galardonó con la Medalla de Oro en 1997 por su contribución a la educación superior.
A través del contacto directo con la investigación descubrió este otro aspecto fascinante de la vida universitaria: conocer las etapas de un proyecto – preparación, incubación, iluminación y verificación – en los cuales se admira la creatividad humana en todo su esplendor y se contempla el maravilloso funcionamiento del entendimiento humano, en uno de sus procesos más excelsos: “dar vida a una idea”.
“La universidad es una verdadera comunidad de aprendizaje, la casa de la razón y el punto de encuentro de jóvenes y hombres maduros,” comentaría Ernesto Meneses en uno de sus discursos.
Los momentos compartidos con las madres de familia durante las conferencias sobre la educación de sus hijos lo indujeron a publicar el libro Educar comprendiendo al niño, en el que muestra su gratitud por la valiosa experiencia adquirida con numerosos niños y padres en el Centro de Orientación Psicológica.
De sus aficiones destacan su gusto por aprender y saber, así como la atracción que ejercían en él la psicología, la literatura, la historia; además, creció su interés por las bellas artes con la arquitectura, escultura, pintura y la música.
En una visita a Oaxaca, nace su gusto por la arqueología y gracias a este viaje publica su obra Las estelas de los vencidos, en 1998.
Ernesto Meneses fue un jesuita que cultivó el amor a Cristo, la voluntad de servicio, el amor al pobre y al desvalido y su consagración a la causa de San Ignacio de Loyola. “Por eso, a pesar de mis debilidades y claudicaciones, de mi tibieza e indignidad, sigo siendo jesuita. Y desearía que después de mi muerte no se me recordara tanto por mi labor de consejero o educador, de administrador o de profesor universitario, sino sencillamente como miembro de la Compañía de Jesús”.
Ernesto Meneses siempre fue jovial, dinámico y participativo; contagiaba su visión por ser valioso, ser humano y ser digno a todos los que tuvimos, tenemos y tendremos la oportunidad de seguir su ejemplo, apoyando su labor, por medio de la Fundación, para seguir persiguiendo la consecución de sus ideales.
Por todo lo anterior, la fundación adoptó el nombre de Fundación Ibero Meneses, A.C. (antes Fundación Ernesto Meneses Morales, S.J., A.C.) para rendir homenaje a este relevante personaje, quien se destacó como un ser humano comprometido con los más desfavorecidos.